martes, 30 de noviembre de 2010

lunes, 29 de noviembre de 2010

SINAYER.

Dentro de ti,
encontré el lugar para sentir.
Sin buscar, sin querer,
desenrede tu camino.
Buscando estuve
tu destino, que no fue el mío.

Mudo, transformo tu ser.
Perdí tus bellas palabras
que cambiaron tu existencia
y la mía.

Adiós al ayer, bienvenido al mañana.
Volveré con el ayer a acercarme a tu mañana.
Para observar mí ayer contigo.
Y mi destino sin ti.

viernes, 26 de noviembre de 2010

miércoles, 24 de noviembre de 2010

domingo, 21 de noviembre de 2010

EL PESCADOR.

En cierta ocasión iba un ejecutivo paseando por una bonita playa vestido con sus bermudas (de marca), sus gafas de sol (también con marca muy visible), su polo (con mucha marca), su gorra (con marca destacada), su reloj (de marca y carísimo), su calzado deportivo (donde todo era marca), su móvil colgado de la cintura (el móvil con marca y la bolsa en la que colgaba, también) y su gomina en el pelo ( sin marca, pero tan abundante que uno podía adivinarla).
Eran las dos del mediodía cuando se encontró con un pescador que felizmente recogía sus redes llenas de pescado y amarraba su pequeña barca. El ejecutivo se le acercó…
- ¡Ejem! Perdone, pero le he visto llegar con el barco y descargar el pescado… ¿No es muy temprano para volver de faenar?
El pescador le miró de reojo y, sonriendo mientras recogía sus redes, le dijo:
- ¿Temprano? ¿Por qué lo dices? De hecho yo ya he terminado mi jornada de trabajo y he pescado lo que necesito.
- ¿Ya ha terminado hoy de trabajar? ¿A las dos de la tarde? ¿Cómo es eso posible? – dijo incrédulo, el ejecutivo.
El pescador, sorprendido por la pregunta, le respondió:
-Mire, yo me levanto por la mañana a eso de las nueve, desayuno con mi mujer y mis hijos, luego les acompaño al colegio, y a eso de las diez me subo a mi barca, salgo a pescar, faeno durante cuatro horas y a las dos estoy de vuelta. Con lo que obtengo en esas cuatro horas tengo suficiente para que vivamos mi familia y yo, sin holguras, pero felizmente. Luego voy a casa, como tranquilamente, hago la siesta, voy a recoger a los niños al colegio con mi mujer, paseamos y conversamos con los amigos, volvemos a casa, cenamos y nos metemos en la cama, felices.
El ejecutivo intervino llevado por una irrefrenable necesidad de hacer de consultor del pescador:
- Verá, si me lo permite, le diré que está usted cometiendo una grave error en la gestión de su negocio y que el “coste de oportunidad” que está pagando es, sin duda, excesivamente alto; está usted renunciando a un pay-back impresionante. ¡Su BAIT podría ser mucho mayor! Y su “umbral de máxima competencia” seguro que está muy lejos de ser alcanzado.
El pescador se lo miraba con cara de circunstancias, mostrando una sonrisa socarrona y sin entender exactamente adónde quería llegar aquel hombre de treinta y pico años ni por qué de repente utilizaba palabras que no había oído en su vida. Y el ejecutivo siguió:
- Podría sacar muchísimo más rendimiento de su barco si trabajara más horas, por ejemplo, de ocho de la mañana a diez de la noche.
El pescador entonces se encogió de hombros y le dijo:
- Y eso, ¿para qué?
- ¡¿Cómo que para qué?! ¡Obtendría por lo menos el triple de pescado! ¡¿O es que no ha oído hablar de las economías de escala, del rendimiento marginal creciente, de las curvas de productividad ascendentes?! En fin, quiero decir que con los ingresos obtenidos por tal cantidad de pescado, pronto, en menos de un año, podría comprar otro barco mucho más grande y contratar un patrón…
El pescador volvió a intervenir:
- ¿Otro barco? ¿Y para qué quiero otro barco y además un patrón?
- ¿Que para qué lo quiere? ¡¿No lo ve?! ¿No se da cuenta de que con la suma de los dos barcos y doce horas de pesca por barco podría comprar otros dos barcos más en un plazo de tiempo relativamente corto? ¡Quizá dentro de dos años ya tendría cuatro barcos, mucho más pescado cada día y mucho más dinero obtenido en las ventas de su pesca diaria!
Y el pescador volvió a preguntar:
- Pero todo eso, ¿para qué?
- ¡Hombre! ¡¿Pero está ciego o qué?! Porque entonces, en el plazo de unos veinte años y reinvirtiendo todo lo obtenido, tendría una flota de unos ochenta barcos, repito, ¡ochenta barcos! ¡Qué además serían diez veces más grandes que la barcucha que tiene actualmente!
Y de nuevo, riendo a carcajadas, el pescador volvió:
- ¿Y para qué quiero yo todo eso?
Y el ejecutivo, desconcertado por la pregunta y gesticulando exageradamente, le dijo:
- ¡Cómo se nota que usted no tiene visión empresarial ni estratégica ni nada de nada! ¿No se da cuenta de que con todos esos barcos tendría suficiente patrimonio y tranquilidad económica como para levantarse tranquilamente por la mañana a eso de las nueve, desayunar con su mujer e hijos, llevarlos al colegio, salir a pescar por placer a eso de las diez y sólo durante cuatro horas, volver a comer a casa, hacer la siesta,…?
El pescador respondió:
- ¿Y eso no es todo lo que tengo ahora?


 http://educamosjuntoscuentos.blogspot.com/

martes, 16 de noviembre de 2010

The baseballs- Umbrella

http://www.youtube.com/watch?v=DM2177pHMT0

EL PENSADOR SIN PENSAMIENTOS

II

Pasaron los días en el pueblo, el día de reyes había pasado, y los juguetes de reyes montaban guardia ya en la puerta de casa, llenos de la suciedad que se nota en las cosas que han sido utilizadas mucho durante poco tiempo. Sus hermanos corrían detrás de un balón en la puerta de su casa, y la inminencia de la vuelta a clase estaba ya próxima. Por eso, los niños intentaban agotar las posibilidades de juego al máximo, se acercaban los días de vuelta a sus labores diarias.

Antonio se encontraba pendiente de sus hermanos mientras miraba por la ventana, quizás con la mente recordando, quizás viajando sin moverse de allí, se encontraba un poco absorto. Entre estos últimos días, había una cosa que no podía olvidar, a su amigo el mendigo, pero sobre todo no podía olvidar lo blanco que estaba siendo ese invierno, y por tanto lo frío que debía ser para un mendigo, que vive en la calle.

Durante un momento se puso a pensar, que podía llevar a un hombre a irse a vivir a la calle, a pasar frío en invierno, calor en verano, la lluvia durante el otoño y la primavera. Que empujaría a un hombre a dejar a su familia, a su casa, a sus amigos, al pueblo o ciudad donde viviera, sus gentes e incluso su país. No era una cosa para la que pudiera encontrar una repuesta, quizás si se encontrase otra vez a su amigo se lo preguntaría, o quizás no se atrevería.

Pasaban este tipo de cosas por su cabeza, cuando su  madre los llamo al almuerzo, en ese momento Antonio abrió la ventana de la casa y llamo a sus hermanos a la comida.

Una vez se encontraban todos sentados, fue buscando respuestas en las caras de sus padres, tenia preguntas para las que no encontraban respuestas. Durante unos segundos solo observo los movimientos acompasados de sus padres en el almuerzo. Esos que eran acompañados, de sus miradas furtivas su madre hacia los niños, a los que les indicaba que fueran comiendo, y su padre al telediario que salía en la televisión.

En ese momento, Antonio quiso hacer acto de presencia, y hacer las típicas cuestiones de los niños de su edad, así que sin pensarlo se dirigió a su padre y le pregunto:

-         Oye papa, pregunto Antonio.
-         Si. Dime hijo, respondió el padre.
-         ¿Por que los mendigos viven en la calle, y que les ha llevado a eso?, pregunto Antonio.
-          Como!. ¿Y tu donde has visto a un mendigo?, le pregunto el padre.
-         Pues….el otro día me dijo Pedro, el hijo del panadero que le sirvió pan a un hombre con muy mala pinta, y el padre le dijo que era un mendigo, respondió Antonio de manera dubitativa.
-         Ah….!Y eso fue hace mucho, pregunto el padre al captar las dudas del hijo.
-         Pues, no se hace unos días papa, respondió el hijo.


El padre se quedo de momento dubitativo, y cruzo una mirada de complicidad con la madre. Respiro profundo y le pregunto.

-         Entonces, ¿estas seguro que eso fue lo que te dijo pedro?, le espeto el padre.
-         Que si papa…..pero me lo quieres decir ya, le respondió con desgana el hijo.

-Su cara tenia ya el dibujo de a quien le importa ya poco la respuesta, porque después del pequeño interrogatorio del padre, la respuesta carece ya de la importancia que el le daba. En su gesto, Antonio mostraba contrariedad, esa que refleja el que a una pregunta se le sumen más preguntas, y no solo una respuesta.-