El agobio andaba acarreando bultos de un lado para otro. Se le veía enfurruñado y tenía mal color. Estaba rojo de ira y tenía la tensión muy alta. Jamás se sentaba, ni cruzaba una palabra con nadie. El sentido del humor, que estaba tumbado al sol poniéndose como un cangrejo, llevaba días observándolo con aprensión. No podía soportar tanta seriedad sin objeto. Sabía que el agobio no lo escucharía y que jamás aceptaría a tomarse un té con limón con él. El sentido del humor, que no solía medir los resultados de sus acciones, decidió ponerle la zancadilla para detenerlo en su camino. El agobio tropezó con su pie burlón y arrojó su carga de problemas, los asuntos que nunca se resolverían y las dudas sin sentido. Se levantó furioso y amenazó con el puño en alto al sentido del humor que, vistas las circunstancias, se puso a disimular. Decidió no pararse ni un momento: tenía demasiados líos en qué pensar. Cambió de rumbo para no tener que ver nunca más al sentido del humor y siguió con sus bultos de un lado para otro. Desde entonces no se han vuelto a ver.
http://www.islabahia.com/autores/anabel/relatos/cuentoscortos2.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario