martes, 16 de noviembre de 2010

EL PENSADOR SIN PENSAMIENTOS

II

Pasaron los días en el pueblo, el día de reyes había pasado, y los juguetes de reyes montaban guardia ya en la puerta de casa, llenos de la suciedad que se nota en las cosas que han sido utilizadas mucho durante poco tiempo. Sus hermanos corrían detrás de un balón en la puerta de su casa, y la inminencia de la vuelta a clase estaba ya próxima. Por eso, los niños intentaban agotar las posibilidades de juego al máximo, se acercaban los días de vuelta a sus labores diarias.

Antonio se encontraba pendiente de sus hermanos mientras miraba por la ventana, quizás con la mente recordando, quizás viajando sin moverse de allí, se encontraba un poco absorto. Entre estos últimos días, había una cosa que no podía olvidar, a su amigo el mendigo, pero sobre todo no podía olvidar lo blanco que estaba siendo ese invierno, y por tanto lo frío que debía ser para un mendigo, que vive en la calle.

Durante un momento se puso a pensar, que podía llevar a un hombre a irse a vivir a la calle, a pasar frío en invierno, calor en verano, la lluvia durante el otoño y la primavera. Que empujaría a un hombre a dejar a su familia, a su casa, a sus amigos, al pueblo o ciudad donde viviera, sus gentes e incluso su país. No era una cosa para la que pudiera encontrar una repuesta, quizás si se encontrase otra vez a su amigo se lo preguntaría, o quizás no se atrevería.

Pasaban este tipo de cosas por su cabeza, cuando su  madre los llamo al almuerzo, en ese momento Antonio abrió la ventana de la casa y llamo a sus hermanos a la comida.

Una vez se encontraban todos sentados, fue buscando respuestas en las caras de sus padres, tenia preguntas para las que no encontraban respuestas. Durante unos segundos solo observo los movimientos acompasados de sus padres en el almuerzo. Esos que eran acompañados, de sus miradas furtivas su madre hacia los niños, a los que les indicaba que fueran comiendo, y su padre al telediario que salía en la televisión.

En ese momento, Antonio quiso hacer acto de presencia, y hacer las típicas cuestiones de los niños de su edad, así que sin pensarlo se dirigió a su padre y le pregunto:

-         Oye papa, pregunto Antonio.
-         Si. Dime hijo, respondió el padre.
-         ¿Por que los mendigos viven en la calle, y que les ha llevado a eso?, pregunto Antonio.
-          Como!. ¿Y tu donde has visto a un mendigo?, le pregunto el padre.
-         Pues….el otro día me dijo Pedro, el hijo del panadero que le sirvió pan a un hombre con muy mala pinta, y el padre le dijo que era un mendigo, respondió Antonio de manera dubitativa.
-         Ah….!Y eso fue hace mucho, pregunto el padre al captar las dudas del hijo.
-         Pues, no se hace unos días papa, respondió el hijo.


El padre se quedo de momento dubitativo, y cruzo una mirada de complicidad con la madre. Respiro profundo y le pregunto.

-         Entonces, ¿estas seguro que eso fue lo que te dijo pedro?, le espeto el padre.
-         Que si papa…..pero me lo quieres decir ya, le respondió con desgana el hijo.

-Su cara tenia ya el dibujo de a quien le importa ya poco la respuesta, porque después del pequeño interrogatorio del padre, la respuesta carece ya de la importancia que el le daba. En su gesto, Antonio mostraba contrariedad, esa que refleja el que a una pregunta se le sumen más preguntas, y no solo una respuesta.-

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