miércoles, 21 de diciembre de 2011

Entrevista a Baudrillard.

El de Jean Baudrillard no es un pensamiento crítico. Hace muchos años que decidió abandonar el mundo filosófico de las teorías para pasarse al de la simulación. Formula sus ideas más como metáforas e hipótesis que como conceptos.
Cargado de escepticismo y de irónico desapego, Baudrillard ha acuñado términos tan seductores como “simulación”, “hiperrealidad” y “virtualidad” y los anda aplicando a cada fenómeno social. Las guerras, el sexo, la pasión, la prensa, la política..., nada se libra del atinado dardo de este francés descreído que opina que vivimos en un mundo “virtual”, es decir, que sólo existe en la pantalla de televisión, en una representación iconográfica o en su posibilidad de convertirse en información binaria transferible vía cable. 



Por fin hemos llegado al colmo de la virtualidad: el mundo conectado a través de las autopistas de la información. ¿No será ya el momento de que aparezcan los insurgentes que se nieguen a formar parte de él? ¿Habrá algo que permita el nacimiento de una revolución contrainformática?
–A mí me parece que ese algo ya existe. Y supongo que hay rebeldes que anidan en el sistema. En cierto modo, eso son los hackers y piratas informáticos que juegan con la tecnología y se rebelan contra ella. Aunque es evidente que siguen su misma lógica: aceptan los principios de la electrónica para luego negarla. Se asemejan a un virus, es decir, nacen de la propia red pero se vuelven más hábiles que ella y tienden a destruirla. En mi opinión, hay dos posibles insurrecciones al nuevo orden tecnológico: una subjetiva, de la que participan individuos como yo, contrarios al método electrónico, y otra objetiva, de la que forman parte los virus espontáneos. Son accidentes que podrían derivar en catástrofes. Aunque, por desgracia, los escépticos no debemos albergar demasiadas esperanzas de que esto llegue a suceder. El sistema es demasiado fuerte para que se desmorone.

Si no hay esperanza en el futuro, corremos el peligro de que la salvación consista en la vuelta a los orígenes. Así, por ejemplo, la ciencia-ficción vuelve la mirada hacia atrás y se convierte en historia...
–Sí. Se puede concebir que la ciencia-ficción vuelva la vista atrás. De hecho, ya se utilizan elementos del pasado en muchos relatos fantásticos. Antes, este género se basaba en la anticipación. Era una ciencia hipotética que intervenía en el tiempo y postulaba que el futuro iba a ser algo superior al presente. Esto ha cambiado. Ya no hay distribución pasado-presente-futuro y la anticipación no es posible. La tecnología se anticipa inmediatamente y sólo existe el tiempo real. Así que, para la ciencia-ficción de hoy, el verdadero descubrimiento no puede ser otra cosa que lo que se ha perdido, lo que ha caído en el olvido. En definitiva, se ha convertido en una ficción original en lugar de una ficción final. Las grandes ciencias-ficciones, como las de H. G. Wells o Julio Verne, están superadas. Ahora se exploran otros universos: el universo cerebral, el universo de la simulación. La ciencia-ficción actual se ha convertido en la ciencia de la genética y de lo neuronal.

En cualquier caso, miremos al futuro: ¿llegarán algún día el poder virtual y electrónico a convertirse en poderes reales?
–Los que rigen las redes o los capitales flotantes de los bancos no son en realidad los amos del planeta. Ellos viven en un mundo virtual paralelo, no en el real. Por definición, no pueden transformarse en reales. Lo virtual ha dejado de ser real para siempre. Un ejemplo muy claro es el poder mediático. Hay quien dice que los dueños de los medios de comunicación son los seres más poderosos de la sociedad. Pero ahí tenemos el ejemplo de Berlusconi. Se le acusó de haber dado un golpe de Estado mediático en Italia y, a la hora de la verdad, cuando fue elegido presidente, tuvo grandísimas dificultades para transformar su poder en la prensa en poder político. Ya no es tan importante entre los políticos como lo era entre los magnates de los medios. Ésa es la gran victoria de la virtualidad: transformar la política, la cultura, la economía... en sistemas inasibles.

Sin embargo, estamos viendo que la red se empieza a estructurar como una microsociedad. Hay pobres y ricos, sabios e ignorantes, y hay hasta minorías. ¿Surgirá tal vez de ahí una identidad propia, un poder convertible en real?
–No. Lo virtual no necesita ninguna identidad. Y eso es así porque tiene la posibilidad de una metamorfosis continua. La fascinación de lo virtual es que cada uno puede transformarse en cualquier cosa. Es, por definición, el final de la identidad. Lo que sí puede haber son reacciones tibias de subjetividad. Estoy seguro de que el mundo interconectado va a crear movimientos violentos que busquen una singularidad étnica, lingüística, cultural... Algunos conflictos actuales, como el de Bosnia, son ya producto del afán virtualizador del mundo, porque todavía hay gente que ofrece una -resistencia muy fuerte a perder su identidad. De hecho, me parece que viviremos una separación entre dos mundos bien distintos. Por un lado estará el supuesto orden cosmopolita y transnacional que nos ofrecen ya las autopistas de la información y, por otro, estarán las minorías pujando por una identidad propia. Las elites electrónicas provocarán la aparición de un Cuarto Mundo informáticamente subdesarrollado. Esto no quiere decir que los perdedores se convertirán en el nuevo proletariado capaz de subvertir el sistema. Simplemente, serán excluidos. Mientras, los que tengan acceso a la tecnología serán un grupo de poder cada vez más fuerte.

¿Cree que el ciudadano medio participa de ese pesimismo suyo?
–¡Pero si yo no soy pesimista! El optimismo y el pesimismo son cualidades psicológicas relacionadas con un futuro posible, con la oposición entre lo real y lo imaginario. Ante esa dicotomía uno podía esperar o desesperar, es decir, ser optimista o pesimista. Pero en este mundo virtual que vivimos ya no hay “espacio” para la esperanza o la desesperanza. No cabe el pesimismo o el optimismo. Mi análisis, más que pesimista, es tónico, es decir, forma parte del acontecimiento. Realmente se produce en él una tensión positiva porque no es depresivo; sí es cierto que es desilusionado, pero no depresivo. Lo que pretendo es llevar al sistema hacia sus propias contradicciones. Ése es el último acto subversivo que le queda al analista o al intelectual. De hecho, ése es su objetivo, y no conseguir la verdad, ni mucho menos. En ese ámbito de teoría-ficción en el que nos movemos los analistas de hoy, se juega con hipótesis, se utiliza la simulación de modelos reales. Y ese juego tiene sus reglas. Ningún juego puede ser depresivo, no es optimista ni pesimista; simplemente, se juega. Y cuanto más fuerte es el sistema, más interesante es jugar con él.

_¿Qué dominará el pensamiento científico del futuro?
–Bueno, no soy un profeta, pero sí veo un problema: el objeto científico en sí se ha vuelto aleatorio y caótico. En la microciencia, el objeto científico no es la naturaleza, sino su imagen de ordenador. Las partículas sólo existen por las huellas que dejan en la pantalla. De hecho, los científicos ya no estudian la realidad, sino la representación iconográfica de esa realidad. Es decir, están contribuyendo a la virtualización del sistema. La vieja ciencia objetiva ha acabado. En el futuro, la ciencia será un sistema paradójico que no sabrá definir ni su objeto ni su sujeto, entendidos éstos a la manera de la ciencia experimental clásica.

¿Y qué esperanza les queda en este tinglado a las ciencias humanísticas?
–El humanismo era un sistema de valores muy fuerte que nació en la modernidad vinculado al género humano, su moral, su filosofía. Era un sistema progresivo y optimista. Hoy, todo eso ha cambiado y se ha sustituido el humanismo por lo humanitario. Lo malo es que lo humanitario es un valor débil que se basa sólo en la supervivencia y afecta al ser humano como especie, en vez de como género. Al contrario de lo que ocurre con el humanismo, lo humanitario es un concepto defensivo y depresivo. Es decir que, al cambiar uno por otro, hemos salido perdiendo. No sé siquiera si el humanitarismo puede catalogarse como un sistema de valores. Durante los buenos tiempos del pensamiento humanista se creía en utopías; en los tiempos donde domina lo humanitario la única utopía es la mínima posible: sobrevivir.

Pero ya que no existen ideas humanistas, al menos está bien que sean sustituidas por lo humanitario...
–Bueno, no tenemos elección. Lo único que podemos hacer es imaginar qué habrá después de lo humanitario.

¿Y qué vendrá?
–Se perderá el propio concepto de ser humano. Pasaremos al ámbito de lo infrahumano, de la mera genética, donde las especies se desarrollen y muten, pero no en función de los valores del hombre. La ciencia va, en ese sentido, hacia una acción exclusivamente molecular. Actuará sobre el código genético, las partículas... Es decir, entenderá al hombre según su fórmula, y no según su forma.
Jorge Alcalde

Esta entrevista fue publicada en octubre de1995, en el número 173 de MUY Interesante
 http://www.muyinteresante.es/jean-baudrillard

No hay comentarios:

Publicar un comentario