lunes, 20 de febrero de 2012

Carta a un amante.

Cariño, te pido ¿nunca olvides lo que pasó?

Recuerdo aún tus manos cálidas sobre mi espalda.
Cada uno de tus sedosos dedos, dejando su huella sobre mi cuerpo.
Me susurrabas al oído haciendome sentir más segura. Mi alma inquieta, pero apacible, se mostraba ante la tuya. ¿comó si fuera una vieja alma amiga?

Acariciabas mi cuello, como si de una figura de cristal se tratase. Este quedó marcado por el impetú de tus labios. Nuestros labios se fusionaron. Nuestras lenguas formaban un remolino en continuo movimiento.

Tu boca recorrió mi cuello ya sellado. Tu lengua inquieta y lenta, pero avida se sexo, llegó hasta mis senos.
Desnudos eramos, dos, que abiertos por las sabanas frías, poco a poco les dimos color a nuestra pasión.

Mi alma estaba inquieta. Perdíamos la compostura, y toda nuestra posible cordura dejando atrás elegantes movimientos antes hábidos.

Jugoso y carnoso era tu fruto. Maduro fue tu nectar para mi alma.

Yaciamos confundidos entre sábanas ya desvirgadas.

Quedarón rotas, tras horas de piel contra piel, dos almas fusionadas. Rompiendo mi alma y hasta mi cuerpo en una explosión de emociones.

Abristes en mí inmensos e intensos campos de emoción.
Me enseñaste a desnudar mi alma sin desnudar mi cuerpo.
Encontré en tí algo más que sexo; describí el oásis que sació mi alma.

                                         Oh....campos de amapolas.
                                         Donde bailan al son de los acordes del viento.
                                         Hermosas bailarinas rojas,
                                         bautizadas por el agua del viento.

                                         El rojo es su color,
                                         y desnudas por naturaleza,
                                         muestran su frágil figura.


GREDES.

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